En general, el término "inclusiones" hace referencia a un tipo de consolidación que supone el mejoramiento de la resistencia de un masa de terreno por medio de la inserción de elementos formados por un material cuyas propiedades son mejores que las del terreno circunstante.
Se distinguen dos tipos de inclusiones, nombradas de manera diferente y ambas aptas para una vasta gama de aplicaciones, inclusiones "blandas"e inclusiones "rígidas". Las inclusiones se consideran blandas cuando el material introducido en el terreno tiene mínimas (o ningunas) propiedades cohesivas. Las inclusiones se consideran rígidas cuando el material introducido en el terreno tiene propiedades cohesivas significativas y permanentes.
Inclusiones Blandas
Típicamente están formadas por material granular, por ejemplo las columnas de grava, pilotes de grava (Geopiers, Vibropiers). Generalmente, la rígidez del material incorporado es 5÷20 veces mayor que la del terreno natural circunstante, pues la carga aplicada se distribuye entre las inclusiones y el terreno en situ. Para poder ofrecer un soporte vertical, las inclusiones blandas tienen que ser confinadas lateralmente por el terreno circunstante. Se trata de elementos cilíndricos aislados, instalados sobre una malla regular, con porcentajes de tratamiento típicamente de 15÷30% del volumen del suelo.
Inclusiones Rígidas
La rigidez del material incorporado es sensiblemente mayor (100÷1000 veces) que la del terreno natural circunstante, por eso atraen la carga total. Gracias a la elevada cohesión del material, las inclusiones rígidas no necesitan ser confinadas lateralmente por el terreno circunstante. En general se utilizan diámetros inferiores a los de las inclusiones blandas (de 300 a 800 mm) con porcentajes de tratamiento comprendidos entre el 2 y el 15% del volumen de terreno.